jueves, 19 de noviembre de 2009

¡Cotero hasta que llegue el dios Baco!

En las horas de la mañana las calles del pueblo son testigas de un personaje que ve en el oficio de carga y descarga de diversos materiales, la posibilidad de generar ingresos para satisfacer sus necesidades y deseos.

Francisco Ramírez, más conocido por sus amigos y familiares como “Pacho” y por la mayoría de habitantes de El Carmen de Viboral como “Wipi”, hace parte de la larga lista de personajes particulares que se toman las calles del pueblo desde su cotidianidad, reflejando una manera singular de ver el mundo. Lista donde caben personajes como Mambo, Vihigh, Lino de J, Pachito el cantante… quienes recurren al espacio público como posibilidad de empleo y, al mismo tiempo, le dan un toque especial a ciertos lugares; aunque ellos ignoran todo lo que logra transmitir su singularidad y lo valiosos que son como referentes de la diversidad cultural municipal.

Francisco ve en lo urbano la posibilidad de subsistencia, olvidando oficios anteriores donde el campo era el trabajo seguro para las personas que como él viven en una vereda y cuentan con unas cuantas tierritas.

Su hogar es el reflejo de una familia tradicional antioqueña, de esas familias donde “la mujer es de oficios en casa, al cuidado de los hijos”, sumisa; mientras el hombre sale a trabajar, a ganarse la plata con un compromiso pesado y de varones. Actualmente, este hombre vive en la vereda La Aurora con su conservada esposa doña Martha, mujer trabajadora y comprometida con la crianza de los hijos que todavía están en casa y de unos nietos que “cuida por unos cuantos pesos”.

Parece ser que “Wipi” se la pasa poco tiempo en su finca, la alegría se la da el sonido del pito del bus, muy de madrugada, que lo hace bajar a trotas de la loma en donde vive porque anuncia el transporte hacia el pueblo.

Una vez en las calles del municipio, realiza completamente las labores encomendadas por algún vendedor o comprador, porque cuando de materiales pesados se trata se ve llegar a este personaje. Se distingue a lo lejos por su gran estatura y su forma de caminar a pasos largos pero lentos, su cuerpo delgado y desgastado revela una vida de lucha constante y enorme sacrificio, su rostro tiene unas cuantas manchas por el sol y sus ojos son grandes pero algo hundidos. Lo acompañan como elementos característicos: una gorra gastada para cubrirse de los rayos del sol y un dulce abrigo verde que reconoce a todos los coteros ubicados, precisamente, en la calle de la cerámica.

Durante el día se le puede ver de un lado para otro como cotero, o como más se le conoce a este oficio: volteador. “El trabajo es duro y mal pagado”, pero los muchos trabajos del día (por aquello del acelerado comercio que ahora se vive en ciertas zonas del Oriente Antioqueño) generan algo de ingresos para llevar a casa, aunque algunas veces se olvida esto en el camino y las ganas de licor no se hacen esperar.

Wipi es el sobrenombre famoso de Francisco y es producto de su propia creación, de las tardes o noches de ebriedad en las que repetía esa palabra para saludar a la gente y así se fue distinguiendo de otros ebrios y otros coteros.

Cuando recurre al alcohol, esa calle donde se le vio trabajar fuertemente pasa a convertirse en el escenario predilecto y regocijante de este personaje, esa calle es el reflejo de la tranquilidad que unos cuantos traguitos parecen darle. Allí, una multitud pasa, sonríe y grita “Wipi”, permitiendo que Francisco se sienta reconocido y pueda pronunciar palabras amables en su corto discurso; nada más que palabras, pero da la sensación de ser accesible a la cotidianidad de los carmelitanos que transitan la calle y lo saludan para recordarle que les agrada ese vocablo en particular.

Su puesta en escena en la mayoría de las tardes es muy diferente, pues ya el cuerpo y la mente están en otro estado, pero no es el típico ebrio que quiere llamar la atención; se le puede observar sentado en uno de los faroles de la calle de la cerámica, con la mirada algo perdida, pero cualquier palabra que se le diga trae otro gran listado de palabras, muy respetuosas, que salen de la boca embriagada de este personaje: “Wipi wipi”, “saludos”, “cariños”, “buena vida”, “maravilla”…

A pesar de su constante embriaguez la gente lo reconoce, además, por su espíritu trabajador. “Toma mucho, pero eso sí, es muy activo” como dicen algunas personas del pueblo, “para que pero el hombre es fuertecito así se vea desgarbado”; incluso lo llevan a otros pueblos para la carga y descarga de elementos pesados, porque “se le mide a lo que sea”. Su vida, aunque sea de difícil acceso por la simpleza que para este personaje parece tener, obedece a todo un ritual que es de gran valor y merece ser contado.

A Francisco nunca le falta el ánimo para ganarse sus pesitos, porque sabe que luego disfrutará de las mieles del alcohol, invocando al dios Baco y dándole otro significado a la calle que antes se tomaba para ganarse el pan de cada día.

“El trabajo duro tiene sentido cuando algo de esa plata es para sí mismo”, para salir de sus rutinas, inventando otras que quizá son más arraigadas el día de hoy. “Es que se lo merece, por el cansancio y el voleo del día”, comentan algunos de sus allegados, “eso sí, que no se beba toda la plata, algo debe llevar a la casa”.

La vida de Wipi, es la típica de los campesinos de la región que disfrutaban la salida al pueblo para emborrachar sus cuerpos, la diferencia es que ahora ese licor entra más seguido, pues el mismo movimiento del pueblo parece necesitar de personas que se esfuercen en lo urbano y olviden las pérdidas que han sufrido sembrando en el campo.

Más allá de lo que haga o no, resulta ser uno de esos sujetos que muchos prefieren evitar, pero que son producto del proceso de un pueblo que los distingue y los va perfilando… los niños lo extrañan y gozan con el tono como saluda; los jóvenes lo conocen, sonríen y luego lo ignoran; los adultos comerciantes lo contratan por ratos o, algunos otros, le ofrecen un poco de licor que parece alegrarle más la vida… y los turistas se asombran por ver a un hombre que “evidencia la diversidad cultural del pueblo”.

Wipi es, sencillamente, uno de esos personajes que le dan características particulares a ciertos lugares del municipio, es símbolo de trabajo y lucha por el pan de cada día recorriendo espacios comunes pero con miras en la oportunidad de empleo. Su puesta en escena es particular por vivir de oficios arriesgados y mal pagados al mismo tiempo que sonríe porque la lucha no parece ser en vano… por lo menos queda dinero para traer al dios Baco y crear otra realidad.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Un cuadro para el pintor (Ficción)

El extraño pintor de vidas modernas había salido a uno de los bares de la ciudad, donde podía conversar con cualquier universitaria y de inmediato, con un par de cuentos bien echados, llevársela a su pequeño apartamento lleno de pinturas, libros y botellas de vino… lo demás vendría después y no le costaría tanto.

Era igual cada semana, empezaba diciendo a la amante elegida que deseaba hacerle un desnudo, y entre vinos y poemas la posesión de cuerpos venía. Así había llevado su vida; al mismo tiempo que satisfacía su deseo pasional con alguna mujer, iniciaba un cuadro que luego de terminar llevaba a una sala de exposiciones.

Este día llegó el lujurioso pintor a uno de los bares que frecuentaba y, para su sorpresa, encontró una pintura exhibida que relacionó inmediatamente con su cuerpo, era su rostro visto de perfil y su espalda con los mismos lunares y la cicatriz en el hombro que lo acompañaba desde su infancia; sin duda alguna era un cuadro para él.

En la parte inferior de la pintura, aparecía una firma indescifrable y titulaba Una más. El pintor no supo qué hacer en ese instante, pero luego de unos minutos rompió su puesta en escena nocturna, fue a su apartamento y se embriagó en la soledad de sus pinturas. Con una copa de vino brindó por quien haya sido aquella mujer que se detuvo a observarlo y lo llevó hasta el lienzo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Héroe como muchos, al fin y al cabo

Héroe: Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes.

Siendo un hombre noble, dispuesto a buscar el bien común y, al mismo tiempo, siendo valiente se puede llegar a ser un héroe, un pequeño “héroe comunitario” que pone empeño en serle útil a un pueblo con lo poco o mucho que tiene.

Lino de Jesús Acevedo es uno de esos pequeños héroes que sólo con su actitud, simpatía, disposición y con la decisión de “hacer presencia en las calles para servir como autoridad cívica” ha logrado convertirse en un hombre importante y reconocido entre los habitantes de El Carmen de Viboral.

Lino de J. como le llaman comúnmente, nació en una familia típica carmelitana y desde muy pequeño estuvo al tanto del movimiento comercial propio del municipio puesto que ayudaba a su padre en una “prendería de la familia”; aspecto por el que conoció “otros negocios, personas e historias”, como él mismo lo dice. Siempre trataba de estar disponible para ayudar a quien lo necesitara y poco a poco fue creciendo su interés y necesidad en “servir a la comunidad”, cualidad que hoy en día enaltecen quienes recorren el municipio más allá de una simple obligación o visita de una tarde, es decir, quienes acceden a un poco de la historia del pueblo ceramista.

Desde hace mucho tiempo Lino de J. se dedica a repartir la publicidad de eventos, campañas o sitios comerciales en el municipio y en algunos otros pueblos del Oriente Antioqueño, dice que es “el publicista profesional número uno del pueblo” porque garantiza que “sí le sale la publicidad, no se la tiro al bulto”.

Y aunque parece disfrutar de esta labor, la verdad es que confiesa pasar dificultades económicas cuando no lo llaman de algún negocio o cuando algunos propietarios olvidan pagarle a tiempo y lo acordado. “Yo ahí me voy ganando mi platica, ahí cuando estoy con el uno o con el otro, porque yo me sostengo es de eso, de la publicidad, de eso me protejo yo”, afirma Lino de J., pero más tarde revela que hay días difíciles en los que no sabe qué “maroma hacer para llevar algo de dinero a la casa” donde vive con su hermana.

Por medio de esta actividad publicitaria, en la que se ve obligado a transitar las calles principales de El Carmen de Viboral, ha hecho patente su deseo de servir a la comunidad y ser una especie de “autoridad cívica” que descalifica los atentados en el espacio público contra cualquier ciudadano o contra el mismo patrimonio municipal (monumentos, parques, jardines, casas).

Así es como se escucha a este personaje diciendo: “amigo lléveme la bicicleta en la mano que esto por aquí es peatonal, respete hágame el favor”, “haber no me le pegue con el balón a la niña”, “no me tire el papelito al piso, vea la canequita ahí, está cerquita”… Su discurso más que ajeno, revela que siente como algo propio los atropellos, contra lugares y personas, que suceden ante sus grandes y brillantes ojos azules.

Su poco cabello, unas cuantas arrugas y las anécdotas que cuenta, revelan varios años de vida en este municipio. Sin embargo, este personaje se niega a decir su edad como si fuera un secreto invaluable y poco evidente.

No hay que negar que Lino conoce la historia del municipio, aspecto que hace evidente cuando menciona algún negocio de hace varios años o a personajes con los que trabajaba, y cuando revela haber participado en los progresos de la cerámica y, posteriormente, en la crisis. Reconoce, asimismo, a muchos de los habitantes de la zona, a quienes les sonríe y saluda (por sus nombres, casi siempre) cuando se cruzan en su camino.

Es un poco distraído, “elevado o despistado” como le nombran algunos para identificarlo, pero tiene el ánimo suficiente para hacer valer sus ideas y opiniones, eso sí, siempre con un rostro amable que más que imponer revela agrado y simpatía a la cual es imposible negarse; así es su personalidad.

Su labor como autoridad cívica es un fuerte intento por imponer con su mera presencia y sus palabras para censurar a quienes hacen cosas indebidas. Sin embargo, a veces su presencia no basta y hay quienes ignoran sus palabras de inconformidad ante ciertos atropellos, por lo cual su misión se vuelve dificultosa. “Uno es un líder por la comunidad, pero la comunidad no le colabora a uno”, comenta Lino.

Con la frente en alto afirma que es “el guía cívico del municipio”, el “guía turístico en la calle de la cerámica”, que es el espacio que cuida constantemente y donde más se ve a este héroe comunitario. “Nadie le pone atención a esta calle de los ancestros, lo que yo implante con mi presencia (…) Yo soy la autoridad cívica, ya que la verdadera autoridad no colabora en este sentido”.

A pesar de estas visibles labores, pocos saben del honor que le confirió Humberto Darío Restrepo, ex-alcalde del municipio, hace algo más de tres años en el Reciento Quirama, cuando lo nombró el “Alcalde cívico de El Carmen de Viboral”, por sus valores cívicos y su consciencia comunitaria.

Además, hay otro personaje que siendo reciente en el pueblo vio en Lino las cualidades de un héroe, es el señor Elkin proveniente del municipio de La Ceja, que con su labor de escultor sacó un busto de Lino, que es exhibido en su pequeño taller cerca al Instituto de Cultura del municipio.

Lino se muestra dinámico “buscando el bien comunitario” y sólo verlo haciendo sus rutinas genera cansancio: de un lado para otro, tocando una y otra puerta, saludando a quienes se cruzan en su camino, entregando publicidad de cualquier almacén o cualquier otro sitio, siempre está “marchando” para conseguir el sustento del día, pero no deja de lado su labor como hombre cívico.

Sin embargo confiesa que hay días en que le da el arrebato de irse porque le ofrecen mejores cosas en otros países por sus actitudes, pero no lo hace porque quiere el pueblo, porque no quiere dejar sola a su hermana y porque hay personas que no lo dejan marcharse. Lino comenta que la primera dama de la nación, la señora Lina María de Uribe, quien visita mucho el municipio y enaltece el valor de la cerámica, varias veces le ha dicho que no se desubique de esa calle de la cerámica, “que cuidadito se va”, pero es que la necesidad de Lino a veces resulta ser mayor y las propuestas que le ofrecen lejos del pueblo parecen sorprenderle.

No deja de ser lamentable que una persona tan entregada al pueblo diga pasar dificultades económicas y aunque su labor como hombre cívico al servicio de la comunidad para favores, mandados, razones y cuidado del espacio, es totalmente desinteresada, el hecho de que se le reconozca con diplomas, honores y rótulos no aliviana sus necesidades básicas, aunque resulta valioso para Lino, que dice hacer las cosas “con calidad” porque “me nace, y me duele que atenten contra el patrimonio de los carmelitanos, no más por eso”.

Su labor es de valientes “a mí sí me toca hacerme ver, hablándole a la gente cuando irrespetan el pueblo, cuando lo dañan”, pero se muestra triste cuando afirma que “a veces parece que a nadie le duele este pueblo”. Y es que como podría decirse que no es un héroe, si con una posición altruista se desvive por la comunidad “por el bien de todos”, los mismos que muchas veces le pagan mal y abusan de su débil capacidad de defensa, porque aunque no se la deja montar de nadie prefiere evitar las palabras fuertes, esas que suenan esforzadas cuando se enfrenta a alguien diciéndole que haga lo correcto.

No busca reconocimiento y mucho menos dinero por su servicio a la comunidad, sencillamente ama el pueblo y siente que con su presencia y su voz cariñosa pero decidida puede impedir que se cometan atropellos. “Yo me llevo con fineza este pueblo, porque lo quiero con calidad”, concluye el pequeño héroe comunitario, pero héroe, al fin y al cabo, porque sus hazañas son famosas y sus virtudes admirables.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Melodías y malabares sobre ruedas

Las calles se visten de música ante la presencia de un personaje que en el pueblo recuerdan y que con su particular forma de abordar a las personas se hace imposible de ignorar, aunque no del todo comprender.

Este personaje, que luego de conformar una familia divisó ciertos vacios y quiso buscar una filosofía más acorde a lo que él era, se alejó del municipio y se refugió en un monasterio o templo taoísta perdido en algún lugar. Allí vivió por más de diez años y como él mismo lo dice pudo acceder a un ambiente en el que aprendió y reconoció que “tenía defectos que lo llevaban a vivir una vida mediocre”.

Muchos lo recuerdan, William se llamaba, se apropio de lo urbano; las calles fueron testigo de un despliegue de su cotidianidad, y se hizo una pieza clave en la construcción de unos imaginarios de la localidad, como lo diría García Canclini. Sus prácticas eran evidentes ante los visitantes del parque o de cualquier otro sitio especial a determinadas horas del día; no dejaba de ser un personaje particular, a veces extraño, ante los ojos de cualquier transeúnte.

Un día cualquiera William se fue para algún rincón de nuestras selvas colombianas para darle un rumbo diferente a su vida, años después habría de regresar.

Montado en una bicicleta e interpretando en la quena (instrumento que siempre lo acompaña) algunas melodías andinas, se vio pasar a un personaje que no fue reconocido inmediatamente, era un extraño para los más jóvenes que no tuvieron encuentros con este ser hace más de una década. Las personas un poco mayores hicieron el esfuerzo por darle el nombre y recordarlo cuando se tomaba las calles del pueblo de una manera similar a la que ahora estaban viendo.
Llegó haciendo melodías, sonó su instrumento musical hasta que los sonidos se fueron perdiendo en la lejanía de quienes se marchaban algo cansados de escucharlo. Su simpatía parecía perderse entre las fuertes facciones y la barba larga que cubría gran parte de su rostro; sus cabellos también eran largos y algo esponjados; un traje que llevaba muy limpio ocultaba un cuerpo ejercitado, trabajado con esfuerzo y disciplina, si se quiere llamar de otro modo, un cuerpo vigoroso; una boina tejida manualmente cubría su cabeza, quizá del sol o quizá del frio, dependiendo el clima a la hora del encuentro entre el personaje y cualquier curioso.

Ciertos rumores se escucharon entre los habitantes del pueblo acerca de la vida de aquel personaje, fue de esta manera como muchos jóvenes accedieron a la historia de aquel sujeto que había llegado para quedarse y para ser reconocido por muchos de los carmelitanos, que poco a poco lo habían olvidado.

Ahora es un personaje reconocido, quien se cruce con él y se detenga un instante a observarlo no podrá olvidarlo por toda la puesta en escena que él maneja y que, más que su propia personalidad, parece el papel de un personaje que ha preparado muy bien su discurso, movimientos y señales para una obra de teatro.

Actualmente dice llamarse Vihigh porque según él, y sus prácticas espirituales, es su “nombre enviado”, el que realmente le corresponde y lo “conecta con el universo”. El taoísmo es la doctrina filosófica que profesa y define muchos de sus principios; a sus treinta y nueve años vive en una vereda cercana al municipio, donde dice encontrar la tranquilidad que no parece brindarle lo urbano.

Además de sus antiguas prácticas, hoy en día su lugar de vivienda le permite realizar actividades deportivas, artes marciales y trabajar en la producción alimenticia haciendo “Gran Hola” (mezcla que él mismo hace con almendras, coco, mazorca tierna y maní) que sale a vender por las calles de El Carmen de Viboral, además visita otros municipios cercanos para buscar personas que escuchen sus historias o sus hábitos de vida saludable y accedan a comprarle algún paquete de cereal.

Quien accede a sus discursos puede verse involucrado en una conversación sobre la importancia de un cuerpo sano y controlado para tener una mente sana, además de unos largos sermones sobre la energía vital del hombre; también pueden entenderse características físicas como sus cabellos largos que, según cuenta, se deben a una razón de “conexión con el universo”, porque actúan como puentes o cables entre la energía del universo y la energía del ser humano.

Además, maneja todo un ritual con sus manos como símbolos energéticos, es por esta razón que da con la mano derecha y pide que le reciban con la izquierda, todo esto hace parte de unos símbolos y significados que funcionan como explicación de la forma como accede a la vida. “Con la izquierda se reciben las cosas buenas”, dice Vihigh.

Algunos disfrutan de sus charlas y se detienen a escucharlo y entender un poco sus “experiencias de crecimiento personal y reflexión espiritual”, pero son más los que lo miran, sonríen y siguen su camino, porque no quieren una cercanía más allá de transitar los mismos espacios, porque simplemente no quieren detenerse a escucharle “su película”, o porque lo han escuchado y han preferido huir de cierto aire ostentoso que lo rodea y que lo hace decir cosas como que es “una biblioteca con un conocimiento profundo y sabio acerca del mundo”; además de que critica algunas de las prácticas comunes de los habitantes del pueblo, como la compra de comida en la calle, comer carne y productos intervenidos por químicos o por el mismo hombre, beber licor y rumbear, tener relaciones sexuales en las que se desecha la poca energía humana; igualmente tiene un odio profundo a la homosexualidad y dice que “es una de las prácticas que llama las desgracias más grandes del mundo, como los terremotos”.

“Es un poco extremista”, comentan algunos, y es por ello que a veces prefieren no entender sus ideales de existencia que rompen duramente con la cotidianidad y la actualidad que, según Vihigt, está rodeada de actitudes mundanas.

No hay que negar que mucho de lo que sabe este personaje logra atrapar a cantidad de personas, pero hay temas que la gente prefiere evadir y si los escuchan no pueden evitar sonreír y hacer bromas ligadas a los extremos de esas afirmaciones, como que “novia significa no vía, no es la vía para acceder a otros mundos e ideales”.

Habría que verlo dando una de sus conferencias para entender la claridad con la que ahonda ciertos temas como la espiritualidad, el cuidado con el medio ambiente y la buena alimentación acompañada de prácticas deportivas para tener un cuerpo sano, “un cuerpo que sea la casa de dios”.

No hay que negar que de vez en cuando haga pensar a alguien con alguna de sus afirmaciones que, aunque suenen descabelladas, propician la reflexión. Pero el hecho de perderse entre sus ostentosidades, con afirmaciones y consejos que rompen con ciertas modas, costumbres y teorías científicas difícilmente alterables, no agradan a muchos de quienes lo escuchan.

Y aunque es difícil entender su interés en seguir viviendo en un pueblo que no se aleja del “licor, el sexo y las prácticas mundanas”, es valioso el color que este personaje le da a las calles del pueblo, ya que con sus prácticas re-significa la cultura municipal.

Se crea o no en los discursos y prácticas de este personaje, lo que sí es atractivo y agradable es su cotidianidad: la forma como irrumpe en los espacios públicos, con melodías y malabares, al mismo tiempo que rueda su bicicleta.


jueves, 17 de septiembre de 2009

A las afueras del pueblo

Aguas claras es un corregimiento del municipio de El Carmen de Viboral que ha sufrido los procesos de desarrollo o supuesta globalización con su vía pavimentada, el constante movimiento vehicular, las nuevas piscinas, las numerosas viviendas de citadinos que vienen en búsqueda de tranquilidad… pero aún se conserva, en este rincón de campo, el ambiente campesino y cálido de la mayoría de tierras rurales carmelitanas, que son inundadas de buenos recursos naturales para el uso de cualquier ama de casa, agricultor o ganadero de la misma zona o de lugares aledaños.

Una tarde soleada de un día en semana, alejándose de la vía pavimentada y entrándose más en las carreteras destapadas y los desvíos que comunican muchas de las fincas del corregimiento, cualquier caminante puede encontrarse con historias contadas por el amable anciano que sonríe, el niño que juega con sus carritos, la señora que organiza su casa; personajes que no tienen reparo en recibir con una sonrisa a algún forastero deseoso de conocer y disfrutar del ambiente de sosiego y familiaridad que se genera allí.

En medio de árboles y carreteras empedradas, luego de una larga caminata, se escuchan (además del canto de los pájaros y el transcurso de alguna fuente de agua cercana) ciertos gritos cariñosos o saludos de hermandad entre vecinos, que han encontrado en la proyección de la voz la manera perfecta para comunicarse con los de la finca del frente o la de más arribita.

Allí habitan campesinos que se sienten contentos viviendo en sus fincas y trabajando en los arados de su propiedad… conservando unas tierras que muchas veces ni utilizan del todo y que los límites parecen difusos, pero entre más amplio es el terreno más tranquilidad tiene el propietario porque sabe que dispone de recursos para momentos de crisis o para proyectos a futuro, y se sienten bien diciendo “mi finquita va hasta allá” señalando una demarcación que difícilmente puede verse en totalidad.

Este lugar es inundado de panorama verde, de algunos cultivos (para el consumo propio y venta de productos en la zona urbana) y de rostros amables, pero siguen siendo zonas de poca concurrencia, sólo los mismos habitantes de este corregimiento transitan a estas horas de la tarde por el interior de la zona. Aunque confiesan que en días festivos si se ve más gente por las carreteras.

No es de negar que el fuerte movimiento en este corregimiento, sobre todo cerca a la vía pavimentada que conduce a Rionegro y a la Ceja, ha producido un cambio en la mentalidad de algunas personas que ahora encuentran otros modos de ganarse “la plática” más allá de la producción agrícola, pues han buscado otros trabajos a los que pueden acceder por la fácil movilidad en la vía.

Son diversas las historias en los lugares alejados de la zona urbana del pueblo, pero no puede hablarse de una subsistencia separada del resto del municipio; es cierto que estas historias se reproducen en medio de campesinos, montes, animales y cultivos, pero las historias no se quedan sólo allí, lo que se hace (producción agrícola, floricultivos) comunica lo rural con lo urbano.

Siempre habrá una comunicación entre estas dos zonas, sólo que a veces poco se piensa en el papel de estos trabajadores campesinos que dan una estabilidad al consumo humano de los habitantes del municipio, y, al mismo tiempo, los habitantes del pueblo inmersos en otras labores, aportan a la economía de los sembradores y productores agrícolas.

Relaciones estrechas e innegables, pero que a veces se olvidan. Sólo cuando alguien visita estas zonas y se detiene a reflexionar en torno a lo que se vive allí… estas zonas campestres se sacan de la lejanía y pasan a verse como necesarias para el desarrollo local.

martes, 8 de septiembre de 2009

Cigarrillos, bebidas y mucho amor (Ejercicio de descripción)


Cuatro mesas del bar han sido ocupadas por parejas amorosas que desde diferentes puntos y posiciones le han dado un carácter romántico al lugar; cada una, desde su sitio, ha ido manifestándose el amor que parece sentir. Unas tres mesas se encuentran disponibles para otras parejas amorosas, quizás, con la idea de no romper con la escena que se desenvuelve en esta parte del bar.

Café Caeiro es el lugar de convergencia de personas que no podrían definirse como farreros o como rockeros… es simplemente el lugar de aglutinamiento de personas que van a disfrutar de música (tranquila, pero al mismo tiempo diversa), arte y poesía… está ubicado en el municipio de El Carmen de Viboral, terminando la Calle de la Cerámica que tanta corriente artesanal y turística le ha dado al municipio; vale mencionar que este pueblo es pequeño y por lo general las personas no son ajenas entre sí, cualquier persona se encuentra con sus amigos, con personas que medio distingue, con quienes ha cruzado pocas palabras, o con personas que por lo menos sabe que existen.

Este bar no siempre ha estado inundado de parejas amorosas, como hoy, pero últimamente acuden con más frecuencia y le dan otro aspecto al lugar, un aire más novelesco: besos, abrazos, caricias, miradas… coqueteos.

La barra del bar, por otro lado, se ha llenado de solitarios que han acudido a disfrutar de un trago, un café, un cigarrillo y una buena compañía si el ritmo de la noche lo permite. Son solitarios que no buscan afecto, o por lo menos eso parece, simplemente quieren una compañía para conversar, divagar, conocer… sin embargo, se tornan algo ajenos e incómodos por la escena que se desenvuelve a sus espaldas.

Son las ocho y treinta de la noche, de un cinco de septiembre en el bar Caeiro y con la escena descrita anteriormente.

La barra se abastece de un silencio acogedor que de vez en cuando rompe con el tarareo de la canción que alguien conoce y entre dientes intenta modular; las parejas jóvenes, que están en las mesas, continúan reproduciendo las imágenes y los movimientos de carácter emotivo; afuera, en el balcón, dos jóvenes fumadores sostiene una conversación que es inundada por unas intensas bocanadas que se pierden en el aire… el cuadro que se reproduce es constante.

Una de las parejas lleva mirando un celular hace varios minutos, sin lugar a dudas, allí adentro se encuentra el tema de conversación, por momentos la joven se distrae mirando la pareja del frente que sostiene manifestaciones de afecto que se tornan algo incomodas y llamativas a la vista de cualquiera. Otra de las parejas simplemente bebe café, no hay palabras entre ellos, sólo miradas que dicen y dicen cosas, pero nadie se atreve a romper con el silencio, como si ciertos comentarios pudieran estropear tan lindo momento. La otra pareja que está al lado del balcón, en un rincón, sostiene un juego que entre charlas y risas se hace evidente, pero que a veces se interrumpe con la luz de aquel celular de quienes se encuentran a su derecha.

Cerca de las nueve de la noche una chica, de no más de veinte años, sube al bar, da un vistazo al interior del lugar y descubre (por lo menos en su inconsciente) que debe sentarse en la única silla de la barra que está desocupada, parece ser que entiende que es su sitio, porque ni fuma, ni goza del afecto de un hombre, entonces va al lugar de los solitarios, que en ese momento se concentran en la música que se escucha –El velo, de Estados Alterados–.

La chica de estatura más bien baja, de cabello oscuro y de piel blanca, se sienta y pide una cerveza, que es traída al instante por el joven sonriente y amable que atiende el bar. Los constantes movimientos, dirección de la mirada y cambios de postura de la chica, indican que se siente más incomoda que los demás solitarios meditabundos de la barra del bar; mira a todos los lados: ve a la pareja que juega con el celular, a los enamorados que se besan, a la pareja que juega y sonríe y a quienes sólo se miran tiernamente.

Ella continúa mirando, desde su silla, la escena en el interior del bar, como si no estuviera conforme con la cercanía de silenciosos que la rodean; de vez en cuando la joven mira su cerveza y mueve su vaso, jugando con el líquido que hay al interior y de un momento a otro, cuando siente algún ruido, alza la cabeza y da un vistazo a la puerta, luego vuelve a mirar la cerveza que queda en su vaso.

Han pasado unos quince minutos desde que llegó la chica y ésta se torna incómoda todavía; mira su reloj constantemente mientras ve salir a la pareja que jugaba con el celular, al instante llega un chico que le sonríe y parece ser su amigo por la forma en que la saluda, cruzan unas cuantas palabras mientras el joven busca una silla alta para sentarse alrededor de la barra, pero como no hay silla disponible, porque están ocupadas por cinco solitarios callados y pensativos, deciden sentarse en una de las mesas del frente.

El rostro de la chica cambia radicalmente, sonríe como si le agradara ocupar el espacio que les estaba permitido (código inconsciente) a las parejas… así el hombre que la acompaña sólo parezca ser su amigo, pero goza de una compañía para conversar, reír y divagar, en el espacio que otros utilizaron para los besos y abrazos.

Es extraño que las personas se sientan incómodas cuando se sienten solas y, al mismo tiempo, rodeadas de parejas amorosas y unos cuantos esquivos que no se atreven a romper con el silencio… pero la incomodidad puede surgir por el rechazo que le tienen al hecho de que el mundo esté lleno de parejas que más que conversar y utilizar la razón para hacer planes con el otro, conversar y aprender, se dedican a las demostraciones afectivas en el plano de la emotividad… incomodando a quienes los rodean con intereses menos instintivos pero más incluyentes.

Los jóvenes sostienen una conversación que parece agradarles a ambos, mientras beben un par de cervezas que parecen interminables.