jueves, 19 de noviembre de 2009

¡Cotero hasta que llegue el dios Baco!

En las horas de la mañana las calles del pueblo son testigas de un personaje que ve en el oficio de carga y descarga de diversos materiales, la posibilidad de generar ingresos para satisfacer sus necesidades y deseos.

Francisco Ramírez, más conocido por sus amigos y familiares como “Pacho” y por la mayoría de habitantes de El Carmen de Viboral como “Wipi”, hace parte de la larga lista de personajes particulares que se toman las calles del pueblo desde su cotidianidad, reflejando una manera singular de ver el mundo. Lista donde caben personajes como Mambo, Vihigh, Lino de J, Pachito el cantante… quienes recurren al espacio público como posibilidad de empleo y, al mismo tiempo, le dan un toque especial a ciertos lugares; aunque ellos ignoran todo lo que logra transmitir su singularidad y lo valiosos que son como referentes de la diversidad cultural municipal.

Francisco ve en lo urbano la posibilidad de subsistencia, olvidando oficios anteriores donde el campo era el trabajo seguro para las personas que como él viven en una vereda y cuentan con unas cuantas tierritas.

Su hogar es el reflejo de una familia tradicional antioqueña, de esas familias donde “la mujer es de oficios en casa, al cuidado de los hijos”, sumisa; mientras el hombre sale a trabajar, a ganarse la plata con un compromiso pesado y de varones. Actualmente, este hombre vive en la vereda La Aurora con su conservada esposa doña Martha, mujer trabajadora y comprometida con la crianza de los hijos que todavía están en casa y de unos nietos que “cuida por unos cuantos pesos”.

Parece ser que “Wipi” se la pasa poco tiempo en su finca, la alegría se la da el sonido del pito del bus, muy de madrugada, que lo hace bajar a trotas de la loma en donde vive porque anuncia el transporte hacia el pueblo.

Una vez en las calles del municipio, realiza completamente las labores encomendadas por algún vendedor o comprador, porque cuando de materiales pesados se trata se ve llegar a este personaje. Se distingue a lo lejos por su gran estatura y su forma de caminar a pasos largos pero lentos, su cuerpo delgado y desgastado revela una vida de lucha constante y enorme sacrificio, su rostro tiene unas cuantas manchas por el sol y sus ojos son grandes pero algo hundidos. Lo acompañan como elementos característicos: una gorra gastada para cubrirse de los rayos del sol y un dulce abrigo verde que reconoce a todos los coteros ubicados, precisamente, en la calle de la cerámica.

Durante el día se le puede ver de un lado para otro como cotero, o como más se le conoce a este oficio: volteador. “El trabajo es duro y mal pagado”, pero los muchos trabajos del día (por aquello del acelerado comercio que ahora se vive en ciertas zonas del Oriente Antioqueño) generan algo de ingresos para llevar a casa, aunque algunas veces se olvida esto en el camino y las ganas de licor no se hacen esperar.

Wipi es el sobrenombre famoso de Francisco y es producto de su propia creación, de las tardes o noches de ebriedad en las que repetía esa palabra para saludar a la gente y así se fue distinguiendo de otros ebrios y otros coteros.

Cuando recurre al alcohol, esa calle donde se le vio trabajar fuertemente pasa a convertirse en el escenario predilecto y regocijante de este personaje, esa calle es el reflejo de la tranquilidad que unos cuantos traguitos parecen darle. Allí, una multitud pasa, sonríe y grita “Wipi”, permitiendo que Francisco se sienta reconocido y pueda pronunciar palabras amables en su corto discurso; nada más que palabras, pero da la sensación de ser accesible a la cotidianidad de los carmelitanos que transitan la calle y lo saludan para recordarle que les agrada ese vocablo en particular.

Su puesta en escena en la mayoría de las tardes es muy diferente, pues ya el cuerpo y la mente están en otro estado, pero no es el típico ebrio que quiere llamar la atención; se le puede observar sentado en uno de los faroles de la calle de la cerámica, con la mirada algo perdida, pero cualquier palabra que se le diga trae otro gran listado de palabras, muy respetuosas, que salen de la boca embriagada de este personaje: “Wipi wipi”, “saludos”, “cariños”, “buena vida”, “maravilla”…

A pesar de su constante embriaguez la gente lo reconoce, además, por su espíritu trabajador. “Toma mucho, pero eso sí, es muy activo” como dicen algunas personas del pueblo, “para que pero el hombre es fuertecito así se vea desgarbado”; incluso lo llevan a otros pueblos para la carga y descarga de elementos pesados, porque “se le mide a lo que sea”. Su vida, aunque sea de difícil acceso por la simpleza que para este personaje parece tener, obedece a todo un ritual que es de gran valor y merece ser contado.

A Francisco nunca le falta el ánimo para ganarse sus pesitos, porque sabe que luego disfrutará de las mieles del alcohol, invocando al dios Baco y dándole otro significado a la calle que antes se tomaba para ganarse el pan de cada día.

“El trabajo duro tiene sentido cuando algo de esa plata es para sí mismo”, para salir de sus rutinas, inventando otras que quizá son más arraigadas el día de hoy. “Es que se lo merece, por el cansancio y el voleo del día”, comentan algunos de sus allegados, “eso sí, que no se beba toda la plata, algo debe llevar a la casa”.

La vida de Wipi, es la típica de los campesinos de la región que disfrutaban la salida al pueblo para emborrachar sus cuerpos, la diferencia es que ahora ese licor entra más seguido, pues el mismo movimiento del pueblo parece necesitar de personas que se esfuercen en lo urbano y olviden las pérdidas que han sufrido sembrando en el campo.

Más allá de lo que haga o no, resulta ser uno de esos sujetos que muchos prefieren evitar, pero que son producto del proceso de un pueblo que los distingue y los va perfilando… los niños lo extrañan y gozan con el tono como saluda; los jóvenes lo conocen, sonríen y luego lo ignoran; los adultos comerciantes lo contratan por ratos o, algunos otros, le ofrecen un poco de licor que parece alegrarle más la vida… y los turistas se asombran por ver a un hombre que “evidencia la diversidad cultural del pueblo”.

Wipi es, sencillamente, uno de esos personajes que le dan características particulares a ciertos lugares del municipio, es símbolo de trabajo y lucha por el pan de cada día recorriendo espacios comunes pero con miras en la oportunidad de empleo. Su puesta en escena es particular por vivir de oficios arriesgados y mal pagados al mismo tiempo que sonríe porque la lucha no parece ser en vano… por lo menos queda dinero para traer al dios Baco y crear otra realidad.