Retrospectiva
La
mujer reivindica su papel dentro de la sociedad carmelitana, es madre y esposa conservadora
en la mayoría de casos, pero ̶ desde
mediados del siglo pasado ̶ empieza a asumir
un rol de mujer trabajadora en un oficio que cobra fuerza y que se impone localmente:
se acerca al barro, a la producción cerámica.
Ellas
empiezan, entonces, a involucrarse en la fábrica, en cualquiera de los procesos
por los que pasa una pieza cerámica antes de estar puesta a la mesa en los
encuentros familiares y sociales. Por temporadas las obreras y obreros eran
asignados y reasignados en labores de moldeo, tornos, colado, lavado, pulida o
empaque de loza. El papel de la mujer en este oficio no era indispensable ni
admirable (como en la actualidad), pero fue la manera que varias de ellas
encontraron de oponerse a un destino preestablecido que las hubiese obligado a
permanecer dentro de la casa; en otros casos, era la posibilidad de mejorar las
condiciones económicas del hogar y en el caso de las mujeres viudas era la
manera de sacar adelante a sus hijos sin desgastarse al sol y al agua en el
trabajo del campo.
Esa
fue la puerta de entrada de algunas mujeres ̶ por lo menos de manera más significativa y
numerosa para la época ̶ a la historia
de la cerámica: un oficio que cobraba tanta fuerza las necesitaba a ellas,
además de las condiciones económicas y sociales cambiantes que las llevaba cada
vez, y con más fuerza, por fuera de los predios familiares.
Para
algunas mujeres, las técnicas de producción cerámica eran medianamente
conocidas, los pequeños talleres familiares que se fueron creando les mostraron
el oficio y, algunas mujeres, tuvieron la posibilidad de colaborar en talleres
cercanos a sus casas, propiedades del abuelo, el tío o el mismo padre.
Sin
embargo, el papel fundamental de la mujer en la historia de la cerámica vendría
después, éste va ligado a la decoración a mano de las vajillas producidas en El
Carmen, que es lo que hoy en día le da el valor más significativo a este oficio
porque es “quien pone la cara por todo el proceso”.
Algunas mujeres: de obreras
a decoradoras
“A
comienzos de los años 60`s, la ya desaparecida cerámicas La Continental busca
generar importancia en la imagen decorada a mano, antes de ello El Carmen había
dado pequeños pasos en un universo que no conocía bien. Entonces, don Alfonso
Betancur (Gerente de La Continental) comienza una etapa de cambios que tocan
los procesos productivos, haciendo énfasis en la decoración. No tenemos certeza
de cómo fue su contratación, pero así se hizo: llegaron desde el sur un grupo
de seis decoradores que traían consigo ideas que aquí cobraron fuerza, y en un
proceso de búsqueda en lo cotidiano nacieron las decoraciones fundamentales de
lo que hoy conocemos como la iconografía carmelitana.”, afirma el artista y
ceramista José Ignacio Vélez.
A
partir de ese momento, inicia un proceso de innovación y creación en el Salón
de decoración de esta gran fábrica de cerámica, donde se fijaron algunas de las
“pintas” que hoy hacen parte de la tradición carmelitana pero que, en ese
entonces, no se nombraban como ahora, es decir, se llamaban de acuerdo al
número que ocupasen en el catálogo de decoración que se iba consolidando.
Sin
embargo, este salón fue cerrado a causa de una huelga que emprendieron los
trabajadores que habían llegado desde el sur, y se dio el espacio para que
algunas de las mujeres trabajadoras de esta fábrica (en diferentes procesos) practicaran
la decoración algunos minutos al día, puesto que se les consideraba más sumisas,
temerosas y vinculadas a su trabajo con afecto. “Empezábamos
ensayando de una vez en el bizcocho, siempre va a ser más fácil aprender en el
plato que en el papel”.* Después de esa
exploración, se potenció un vínculo que hoy permanece entre la mujer y la
decoración de cerámica: el salón se reabrió con varias de estas mujeres,
generalizando la práctica como actividad femenina y posibilitando el hecho de
que muchas de sus hijas crecieran viendo como atractivo el embellecimiento del
barro.
A
estas mujeres, y a quienes aprendieron la
técnica posteriormente, las llaman “decoradoras tradicionales” porque tienen en
la cabeza todas las decoraciones que surgieron a partir de la época dorada de
la cerámica, porque han realizado sus propias decoraciones inspiradas en las primeras
existentes y por la manera en que hacen uso de pinceles y esponjas como si
fuesen parte de sus propias manos, es decir, por la fusión que existe entre sus
conocimientos, sus nuevas ideas y el dominio de los instrumentos que les
permiten dar vida y color a las piezas en bizcocho.
Con lo atractiva que se fue haciendo la decoración en la
cerámica carmelitana se crea, inicialmente en La Continental, la necesidad de
nombrar las “pintas”, es decir, ya no se llamarían de acuerdo al número ocupado
en el catálogo de decoraciones, si no que se les daría un nombre particular, como
quien da vida a lo que crea para que pueda sostenerse y ganar credibilidad en
el tiempo. En palabras de José Ignacio Vélez “algunas de las decoraciones
tradicionales se cree que fueron nombradas por Alfonso Betancur (gerente de La
Continental) y Olga Ligia Betancur (su hija), como una necesidad urgente (entre
otras cosas) de expresarse como otros mercados”.
La
pinta “Florelba”, por su parte, era la número 11 de este catálogo, decoración
que había sido reinterpretada por la decoradora Flor Elba Vargas y que, en la
necesidad posterior de darle vida a esos trazos definidos que conformaban cada
diseño, pasó a heredar el nombre de esta mujer.
En todo este proceso de decorar y nombrar, hasta la
actualidad, algunas de las pintas heredaron los nombres de otras decoradoras
como “Carmelina”, otros nombres se consolidaron por situaciones particulares de
la época como la decoración “Saúl” (que se nombra así por un programa
televisivo llamado “Saúl en la olla”) y otras que se expresan desde la palabra
y desde el diseño mismo como una necesidad de evocar lo local, como el caso de
las decoraciones “Carmen”, "Viboral” y “Maíz”.
Finalmente, este oficio es el resultado de una exploración
ligada a figuras naturales que involucran flores, hojas, enredaderas, frutos...
(Exploración que permanece y que consolida nuevos diseños, nuevos nombres y
nuevas decoradoras que hacen parte de la historia local).
El oficio es resultado, además, de la sensibilidad de las
mujeres que para la época lograron llevar estas ideas a los platos y continuarlas
con el paso y el desgaste de los años. Muchas de las “pintas tradicionales” se
han ido transformando sutilmente con el paso del tiempo, con el envejecimiento
de estas mismas mujeres: transformaciones que poco a poco involucran las
formas, los colores y los tamaños de la mano de cada decoradora y su recuerdo
particular de cómo fue en el principio.
*Testimonio de una decoradora. En: Informe de práctica
(2012). Elaborado por: María Victoria Portela M.
Fotografía mujer decoradora, tomada por Maria Victoria Portela M.
Artículo publicado el 12 de mayo de 2013 en Opinión a la Plaza: http://opinionalaplaza.com/index.php?option=com_content&view=article&id=124Itemid=181
Artículo publicado el 1 de junio del 2013 en Alternativa Regional: http://alternativaregional.com/mujeres-carmelitanas-de-esponja-y-pincel
Artículo publicado el 5 de junio del 2013 en Inforiente Antioquia: http://inforiente.info/ediciones/2013/mayo-2013/2013-05-20/30450-mujeres-carmelitanas-de-esponja-y-pincel.html
Fotografía mujer decoradora, tomada por Maria Victoria Portela M.
Artículo publicado el 12 de mayo de 2013 en Opinión a la Plaza: http://opinionalaplaza.com/index.php?option=com_content&view=article&id=124Itemid=181
Artículo publicado el 1 de junio del 2013 en Alternativa Regional: http://alternativaregional.com/mujeres-carmelitanas-de-esponja-y-pincel
Artículo publicado el 5 de junio del 2013 en Inforiente Antioquia: http://inforiente.info/ediciones/2013/mayo-2013/2013-05-20/30450-mujeres-carmelitanas-de-esponja-y-pincel.html