jueves, 5 de noviembre de 2009

Héroe como muchos, al fin y al cabo

Héroe: Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes.

Siendo un hombre noble, dispuesto a buscar el bien común y, al mismo tiempo, siendo valiente se puede llegar a ser un héroe, un pequeño “héroe comunitario” que pone empeño en serle útil a un pueblo con lo poco o mucho que tiene.

Lino de Jesús Acevedo es uno de esos pequeños héroes que sólo con su actitud, simpatía, disposición y con la decisión de “hacer presencia en las calles para servir como autoridad cívica” ha logrado convertirse en un hombre importante y reconocido entre los habitantes de El Carmen de Viboral.

Lino de J. como le llaman comúnmente, nació en una familia típica carmelitana y desde muy pequeño estuvo al tanto del movimiento comercial propio del municipio puesto que ayudaba a su padre en una “prendería de la familia”; aspecto por el que conoció “otros negocios, personas e historias”, como él mismo lo dice. Siempre trataba de estar disponible para ayudar a quien lo necesitara y poco a poco fue creciendo su interés y necesidad en “servir a la comunidad”, cualidad que hoy en día enaltecen quienes recorren el municipio más allá de una simple obligación o visita de una tarde, es decir, quienes acceden a un poco de la historia del pueblo ceramista.

Desde hace mucho tiempo Lino de J. se dedica a repartir la publicidad de eventos, campañas o sitios comerciales en el municipio y en algunos otros pueblos del Oriente Antioqueño, dice que es “el publicista profesional número uno del pueblo” porque garantiza que “sí le sale la publicidad, no se la tiro al bulto”.

Y aunque parece disfrutar de esta labor, la verdad es que confiesa pasar dificultades económicas cuando no lo llaman de algún negocio o cuando algunos propietarios olvidan pagarle a tiempo y lo acordado. “Yo ahí me voy ganando mi platica, ahí cuando estoy con el uno o con el otro, porque yo me sostengo es de eso, de la publicidad, de eso me protejo yo”, afirma Lino de J., pero más tarde revela que hay días difíciles en los que no sabe qué “maroma hacer para llevar algo de dinero a la casa” donde vive con su hermana.

Por medio de esta actividad publicitaria, en la que se ve obligado a transitar las calles principales de El Carmen de Viboral, ha hecho patente su deseo de servir a la comunidad y ser una especie de “autoridad cívica” que descalifica los atentados en el espacio público contra cualquier ciudadano o contra el mismo patrimonio municipal (monumentos, parques, jardines, casas).

Así es como se escucha a este personaje diciendo: “amigo lléveme la bicicleta en la mano que esto por aquí es peatonal, respete hágame el favor”, “haber no me le pegue con el balón a la niña”, “no me tire el papelito al piso, vea la canequita ahí, está cerquita”… Su discurso más que ajeno, revela que siente como algo propio los atropellos, contra lugares y personas, que suceden ante sus grandes y brillantes ojos azules.

Su poco cabello, unas cuantas arrugas y las anécdotas que cuenta, revelan varios años de vida en este municipio. Sin embargo, este personaje se niega a decir su edad como si fuera un secreto invaluable y poco evidente.

No hay que negar que Lino conoce la historia del municipio, aspecto que hace evidente cuando menciona algún negocio de hace varios años o a personajes con los que trabajaba, y cuando revela haber participado en los progresos de la cerámica y, posteriormente, en la crisis. Reconoce, asimismo, a muchos de los habitantes de la zona, a quienes les sonríe y saluda (por sus nombres, casi siempre) cuando se cruzan en su camino.

Es un poco distraído, “elevado o despistado” como le nombran algunos para identificarlo, pero tiene el ánimo suficiente para hacer valer sus ideas y opiniones, eso sí, siempre con un rostro amable que más que imponer revela agrado y simpatía a la cual es imposible negarse; así es su personalidad.

Su labor como autoridad cívica es un fuerte intento por imponer con su mera presencia y sus palabras para censurar a quienes hacen cosas indebidas. Sin embargo, a veces su presencia no basta y hay quienes ignoran sus palabras de inconformidad ante ciertos atropellos, por lo cual su misión se vuelve dificultosa. “Uno es un líder por la comunidad, pero la comunidad no le colabora a uno”, comenta Lino.

Con la frente en alto afirma que es “el guía cívico del municipio”, el “guía turístico en la calle de la cerámica”, que es el espacio que cuida constantemente y donde más se ve a este héroe comunitario. “Nadie le pone atención a esta calle de los ancestros, lo que yo implante con mi presencia (…) Yo soy la autoridad cívica, ya que la verdadera autoridad no colabora en este sentido”.

A pesar de estas visibles labores, pocos saben del honor que le confirió Humberto Darío Restrepo, ex-alcalde del municipio, hace algo más de tres años en el Reciento Quirama, cuando lo nombró el “Alcalde cívico de El Carmen de Viboral”, por sus valores cívicos y su consciencia comunitaria.

Además, hay otro personaje que siendo reciente en el pueblo vio en Lino las cualidades de un héroe, es el señor Elkin proveniente del municipio de La Ceja, que con su labor de escultor sacó un busto de Lino, que es exhibido en su pequeño taller cerca al Instituto de Cultura del municipio.

Lino se muestra dinámico “buscando el bien comunitario” y sólo verlo haciendo sus rutinas genera cansancio: de un lado para otro, tocando una y otra puerta, saludando a quienes se cruzan en su camino, entregando publicidad de cualquier almacén o cualquier otro sitio, siempre está “marchando” para conseguir el sustento del día, pero no deja de lado su labor como hombre cívico.

Sin embargo confiesa que hay días en que le da el arrebato de irse porque le ofrecen mejores cosas en otros países por sus actitudes, pero no lo hace porque quiere el pueblo, porque no quiere dejar sola a su hermana y porque hay personas que no lo dejan marcharse. Lino comenta que la primera dama de la nación, la señora Lina María de Uribe, quien visita mucho el municipio y enaltece el valor de la cerámica, varias veces le ha dicho que no se desubique de esa calle de la cerámica, “que cuidadito se va”, pero es que la necesidad de Lino a veces resulta ser mayor y las propuestas que le ofrecen lejos del pueblo parecen sorprenderle.

No deja de ser lamentable que una persona tan entregada al pueblo diga pasar dificultades económicas y aunque su labor como hombre cívico al servicio de la comunidad para favores, mandados, razones y cuidado del espacio, es totalmente desinteresada, el hecho de que se le reconozca con diplomas, honores y rótulos no aliviana sus necesidades básicas, aunque resulta valioso para Lino, que dice hacer las cosas “con calidad” porque “me nace, y me duele que atenten contra el patrimonio de los carmelitanos, no más por eso”.

Su labor es de valientes “a mí sí me toca hacerme ver, hablándole a la gente cuando irrespetan el pueblo, cuando lo dañan”, pero se muestra triste cuando afirma que “a veces parece que a nadie le duele este pueblo”. Y es que como podría decirse que no es un héroe, si con una posición altruista se desvive por la comunidad “por el bien de todos”, los mismos que muchas veces le pagan mal y abusan de su débil capacidad de defensa, porque aunque no se la deja montar de nadie prefiere evitar las palabras fuertes, esas que suenan esforzadas cuando se enfrenta a alguien diciéndole que haga lo correcto.

No busca reconocimiento y mucho menos dinero por su servicio a la comunidad, sencillamente ama el pueblo y siente que con su presencia y su voz cariñosa pero decidida puede impedir que se cometan atropellos. “Yo me llevo con fineza este pueblo, porque lo quiero con calidad”, concluye el pequeño héroe comunitario, pero héroe, al fin y al cabo, porque sus hazañas son famosas y sus virtudes admirables.