“Nos duele la mendicidad, no nos gusta
pedir para vivir. No hemos tenido las mejores oportunidades, pero las hemos
buscado y hoy vivimos de lo que encontramos en las calles. Recogemos del piso
nuestro sustento de vida.”
Rocío
Hoyos, jefe de bodega de Tierra Color
Vivir la necesidad en carne propia,
visionar una posibilidad de ingresos, echar a rodar las oportunidades y tratar
de rescatar vidas humanas del frío y peligro de las calles, fue la secuencia de
sucesos que dieron vida a Tierra Color.
Rubiela Botero, fundadora y actual
gerente de esta Corporación de Servicios Ambientales, fue parte del sector
financiero por más de 20 años, ocupó diferentes cargos y, por mérito, llegó a
asumir la gerencia de uno de los bancos que mayor credibilidad tenía en El
Santuario, Antioquia. Pasado el tiempo perdió su trabajo y en medio de la
preocupación, la dificultad para aportar al sostenimiento de su hogar y el
desespero por las deudas que crecían sin consideración, visualizó una
posibilidad de sostenimiento y de generar cambios de vida en la creación
colectiva de una corporación de reciclaje, puesto que no había una empresa
encargada de recolectar este material en el municipio.
A su nuevo proyecto de vida convocó mendigos
de las calles, niños que no iban a la escuela porque debían recoger botellas y
papel, víctimas y desplazados por el conflicto armado colombiano, mujeres que
se dedicaron en otros tiempos a la prostitución y comunidad LGTB que tenía
dificultades para asegurar un puesto laboral en esta sociedad. La premisa era
clara: “No tenemos que ser iguales para convivir y salir adelante. Aquí todos
cabemos, reciclamos nuestras vidas también”.
Desde el 2007 mamá Rubiela, como le
llaman algunos, encontró apoyo en un joven trabajador de la Empresa de
Servicios Públicos: Faber Zuluaga (actual subsecretario de desarrollo social);
ambos gozaban de reconocimiento en este pueblo antioqueño por lo que fue fácil
que las empresas locales aceptaran que ellos manejaran su reciclaje, y la Administración
Municipal detectó que se estaban generando cambios en la cotidianidad santuariana.
Así, en el 2008 se consolidó con fuerza este proyecto ambiental que no ha
parado de crecer y sorprender.
Los maestros en el reciclaje de Tierra
Color fueron dos niños que se dedicaban a estas labores, Duber y Diego Gómez, quienes
sabían todo acerca de la búsqueda, separación de material, reutilización, venta
de reciclaje… Los pequeños enseñaron sus técnicas a un grupo de personas mayores
y, más adelante, fueron apoyados en su proceso de escolarización junto a otros
17 niños, quienes pudieron culminar su bachillerato con éxito y buscar otras
posibilidades de vida.
“Hablar de Tierra Color, en el
municipio de El Santuario, es todo un acontecimiento. Inicialmente, la apuesta
era reivindicar al reciclador en el imaginario de los santuarianos y se logró, ahora
hay respeto, ya no les tiran el cartón desde un piso alto”, afirma doña Rubiela. Allí
se han vinculado estudiantes de secundaria para realizar su alfabetización,
entonces estos jóvenes reciclan en compañía de otros recicladores de oficio; además,
en los barrios se ha promovido la adopción de un reciclador, a quien le
entregan todo el material reutilizable del sector y lo tienen en cuenta en sus
planes comunitarios.
Esta organización integra a 56 personas
vinculadas indirectamente, que son quienes reciclan, a ellos se les enseña a
leer, escribir, sumar, restar, multiplicar... se convoca también a sus familias
generando espacios para actividades lúdicas, talleres artísticos y educación
secundaria. Actualmente, Tierra Color cuenta con 21 asociados, y algunos de los
hijos o nietos de ellos son beneficiados con becas de estudios universitarios, gracias
a la gestión de esta corporación.
A Tierra Color se han
acercado empresas de la región para incluirlos en proyectos productivos y en
procesos de formación. Los beneficios obtenidos incluyen un espacio en comodato
con la Administración Municipal de El Santuario, recursos de la Gobernación de
Antioquia con los que han adecuado sus instalaciones, un vehículo que está
pendiente de entregarles el Departamento para la Prosperidad Social, una
alianza con la Corporación Autónoma Regional - Cornare en el manejo conjunto de
residuos sólidos mediante el proyecto “Recuperando Sueños” y el proceso de
industrialización del jabón con el que quieren generar entradas económicas más
convincentes para la comunidad que integran.
Tierra Color, más que una corporación
dedicada al manejo de material reutilizable, ha sido una muestra de cómo puede
buscarse otra opción para sobrevivir. Allí se han generado vínculos, confianzas
y oportunidades entre quienes han padecido la guerra, vivido la pobreza extrema
y quienes son excluidos por sus elecciones personales. Ya no se trata de
mirarse como víctimas o personas vulnerables, sino “héroes del medio ambiente”,
seres humanos que conviven en sus diferencias y con su oficio aportan al
progreso local.
“Nuestro aporte a la paz se da desde
la inclusión, las oportunidades para las familias de nuestros recicladores, la convivencia
que logramos todos los días y el trabajo para que sobrelleven sus tristezas por
un pasado en el que perdieron familiares o vivieron episodios violentos. (…)
Estoy convencida de que si la gente está con hambre no hay paz; si no tiene
educación, con seguridad no hay paz; si no están reconciliados con ellos
mismos, no hay paz. Nosotros lo que buscamos es una reconciliación consigo
mismos y ese es el principal ingrediente”, afirma doña Rubiela.
Tierra Color le apuesta a
la paz desde las oportunidades, la educación y la inclusión porque “la gente
buena está en todas partes”. Los colores de esa familia que ellos han
construido son tan diversos como quienes se acercan allí; cabe todo el colorido
que tengan las vidas y la emoción que cada quien impregna en las cosas que
hace. Doña Rubiela concluye diciendo: “Cuando hay comunicación y encuentro, hay
respeto: hay colores”.
Redacción: Marisol Gómez Castaño
Artículo construido para: Corporación Prodepaz.
Redacción: Marisol Gómez Castaño
Artículo construido para: Corporación Prodepaz.