miércoles, 14 de octubre de 2009

Melodías y malabares sobre ruedas

Las calles se visten de música ante la presencia de un personaje que en el pueblo recuerdan y que con su particular forma de abordar a las personas se hace imposible de ignorar, aunque no del todo comprender.

Este personaje, que luego de conformar una familia divisó ciertos vacios y quiso buscar una filosofía más acorde a lo que él era, se alejó del municipio y se refugió en un monasterio o templo taoísta perdido en algún lugar. Allí vivió por más de diez años y como él mismo lo dice pudo acceder a un ambiente en el que aprendió y reconoció que “tenía defectos que lo llevaban a vivir una vida mediocre”.

Muchos lo recuerdan, William se llamaba, se apropio de lo urbano; las calles fueron testigo de un despliegue de su cotidianidad, y se hizo una pieza clave en la construcción de unos imaginarios de la localidad, como lo diría García Canclini. Sus prácticas eran evidentes ante los visitantes del parque o de cualquier otro sitio especial a determinadas horas del día; no dejaba de ser un personaje particular, a veces extraño, ante los ojos de cualquier transeúnte.

Un día cualquiera William se fue para algún rincón de nuestras selvas colombianas para darle un rumbo diferente a su vida, años después habría de regresar.

Montado en una bicicleta e interpretando en la quena (instrumento que siempre lo acompaña) algunas melodías andinas, se vio pasar a un personaje que no fue reconocido inmediatamente, era un extraño para los más jóvenes que no tuvieron encuentros con este ser hace más de una década. Las personas un poco mayores hicieron el esfuerzo por darle el nombre y recordarlo cuando se tomaba las calles del pueblo de una manera similar a la que ahora estaban viendo.
Llegó haciendo melodías, sonó su instrumento musical hasta que los sonidos se fueron perdiendo en la lejanía de quienes se marchaban algo cansados de escucharlo. Su simpatía parecía perderse entre las fuertes facciones y la barba larga que cubría gran parte de su rostro; sus cabellos también eran largos y algo esponjados; un traje que llevaba muy limpio ocultaba un cuerpo ejercitado, trabajado con esfuerzo y disciplina, si se quiere llamar de otro modo, un cuerpo vigoroso; una boina tejida manualmente cubría su cabeza, quizá del sol o quizá del frio, dependiendo el clima a la hora del encuentro entre el personaje y cualquier curioso.

Ciertos rumores se escucharon entre los habitantes del pueblo acerca de la vida de aquel personaje, fue de esta manera como muchos jóvenes accedieron a la historia de aquel sujeto que había llegado para quedarse y para ser reconocido por muchos de los carmelitanos, que poco a poco lo habían olvidado.

Ahora es un personaje reconocido, quien se cruce con él y se detenga un instante a observarlo no podrá olvidarlo por toda la puesta en escena que él maneja y que, más que su propia personalidad, parece el papel de un personaje que ha preparado muy bien su discurso, movimientos y señales para una obra de teatro.

Actualmente dice llamarse Vihigh porque según él, y sus prácticas espirituales, es su “nombre enviado”, el que realmente le corresponde y lo “conecta con el universo”. El taoísmo es la doctrina filosófica que profesa y define muchos de sus principios; a sus treinta y nueve años vive en una vereda cercana al municipio, donde dice encontrar la tranquilidad que no parece brindarle lo urbano.

Además de sus antiguas prácticas, hoy en día su lugar de vivienda le permite realizar actividades deportivas, artes marciales y trabajar en la producción alimenticia haciendo “Gran Hola” (mezcla que él mismo hace con almendras, coco, mazorca tierna y maní) que sale a vender por las calles de El Carmen de Viboral, además visita otros municipios cercanos para buscar personas que escuchen sus historias o sus hábitos de vida saludable y accedan a comprarle algún paquete de cereal.

Quien accede a sus discursos puede verse involucrado en una conversación sobre la importancia de un cuerpo sano y controlado para tener una mente sana, además de unos largos sermones sobre la energía vital del hombre; también pueden entenderse características físicas como sus cabellos largos que, según cuenta, se deben a una razón de “conexión con el universo”, porque actúan como puentes o cables entre la energía del universo y la energía del ser humano.

Además, maneja todo un ritual con sus manos como símbolos energéticos, es por esta razón que da con la mano derecha y pide que le reciban con la izquierda, todo esto hace parte de unos símbolos y significados que funcionan como explicación de la forma como accede a la vida. “Con la izquierda se reciben las cosas buenas”, dice Vihigh.

Algunos disfrutan de sus charlas y se detienen a escucharlo y entender un poco sus “experiencias de crecimiento personal y reflexión espiritual”, pero son más los que lo miran, sonríen y siguen su camino, porque no quieren una cercanía más allá de transitar los mismos espacios, porque simplemente no quieren detenerse a escucharle “su película”, o porque lo han escuchado y han preferido huir de cierto aire ostentoso que lo rodea y que lo hace decir cosas como que es “una biblioteca con un conocimiento profundo y sabio acerca del mundo”; además de que critica algunas de las prácticas comunes de los habitantes del pueblo, como la compra de comida en la calle, comer carne y productos intervenidos por químicos o por el mismo hombre, beber licor y rumbear, tener relaciones sexuales en las que se desecha la poca energía humana; igualmente tiene un odio profundo a la homosexualidad y dice que “es una de las prácticas que llama las desgracias más grandes del mundo, como los terremotos”.

“Es un poco extremista”, comentan algunos, y es por ello que a veces prefieren no entender sus ideales de existencia que rompen duramente con la cotidianidad y la actualidad que, según Vihigt, está rodeada de actitudes mundanas.

No hay que negar que mucho de lo que sabe este personaje logra atrapar a cantidad de personas, pero hay temas que la gente prefiere evadir y si los escuchan no pueden evitar sonreír y hacer bromas ligadas a los extremos de esas afirmaciones, como que “novia significa no vía, no es la vía para acceder a otros mundos e ideales”.

Habría que verlo dando una de sus conferencias para entender la claridad con la que ahonda ciertos temas como la espiritualidad, el cuidado con el medio ambiente y la buena alimentación acompañada de prácticas deportivas para tener un cuerpo sano, “un cuerpo que sea la casa de dios”.

No hay que negar que de vez en cuando haga pensar a alguien con alguna de sus afirmaciones que, aunque suenen descabelladas, propician la reflexión. Pero el hecho de perderse entre sus ostentosidades, con afirmaciones y consejos que rompen con ciertas modas, costumbres y teorías científicas difícilmente alterables, no agradan a muchos de quienes lo escuchan.

Y aunque es difícil entender su interés en seguir viviendo en un pueblo que no se aleja del “licor, el sexo y las prácticas mundanas”, es valioso el color que este personaje le da a las calles del pueblo, ya que con sus prácticas re-significa la cultura municipal.

Se crea o no en los discursos y prácticas de este personaje, lo que sí es atractivo y agradable es su cotidianidad: la forma como irrumpe en los espacios públicos, con melodías y malabares, al mismo tiempo que rueda su bicicleta.