Por
Marisol Gómez Castaño
Más allá del éxito, mediático o masivo, que ha tenido “Casa de
las estrellas” en Colombia, incluso en países lejanos y cercanos al nuestro
después de su presentación en la pasada Filbo, permanece la satisfacción de
saberlo local, regional, antioqueño, porque fue aquí que a “alguien” se le
ocurrió hacerle caso a los niños y fueron estos niños los que tuvieron voz y,
desde entonces, eco de sus ocurrentes formas de nombrar el mundo.
La escritura logra definirse, claramente y sin lugar a
contradicciones intergeneracionales, en lo dicho por Weimar Grisales a sus
nueve años de edad, siendo parte de alguno de los talleres o encuentros con la
lectura y la escritura creativa que proponía Javier Naranjo, el escritor y
poeta antioqueño que se interesó en la percepción poética que revelaban los
niños refiriéndose a sus experiencias de mundo. Weimar dijo que la escritura
“es un señor que escribe y tiene mucha autografía”, palabra última que puede
acomodarse a la reproducción de textos o formas gráficas, pero que inocentemente
se lleva a la conciencia de un “alguien” que produce o reproduce, que sabe
hacerlo y lo hace persistentemente.
Javier, por su parte, acepta las definiciones crudas, sabias y
juguetonas que ha ido hallando en las voces de pequeños que no tienen restricciones
–adultas– con el lenguaje. En el ritmo de esta vida, de este momento que acoge,
Javier hace su propio acercamiento a la definición de la escritura como “ese
saborcito que permanece con uno durante el día, ese secreto que lo acompaña a
uno hasta encontrar la palabra precisa”, que puede o no ser la “perfecta”, pero
sí aquella que revela la intención y tensión misma de buscarla hasta llevarla a
un pedazo de papel.
Este personaje supo provocar preguntas que estimularan la
escritura de los niños con los que se fue encontrando en su rol como docente, y
sirvió como altavoz de esas respuestas logradas. Los niños, en el libro, son
los verdaderos protagonistas y eso debe quedar claro. Ahora, centro el interés
en él como parte del universo que compone la Casa de las Estrellas, un
reconocimiento al mismo juego de palabras que hace parte de su día a día y una
posibilidad de dar eco a lo que le produce saber que el libro ha tocado más
puertas –y mentes– que antes. Éste es el resultado de una entrevista (que me
permito llamar conversación) entre Javier y yo.
¿A qué se deberá el boom que logró “Casa de las estrellas” en su
cuarta edición?
Hay ecos en muchas partes; es increíble. A mí me da como cierta
pena, una especie de pudor. Quiero ser claro en que eso no es mío, el trabajo
lo hicieron los niños y todo lo dicen ellos. Mi trabajo fue escucharlos,
invitarlos, proponerles y acompañarlos un poco, pero todo lo dicen ellos.
No tuve la sensación de que el libro fuera un éxito en la feria
de Bogotá, creo que eso se volvió una bola de nieve muy extraña y fue un éxito
más mediático. Allá hicimos el lanzamiento y fueron unas cuarenta o cincuenta
personas, un número normal (ni muchos, ni pocos). Pero ahora, está pasando todo
esto con el libro, supongo que contribuyó la bella edición y el espacio que dio
la feria, porque tras el lanzamiento empieza el eco por todos lados: BBC, El
Espectador, Revista Semana, mucha radio colombiana también hizo eco de esto.
Creo que el éxito puede revolverse con cierto criterio de
autoridad que algunas personas necesitamos para creer en algo: “si lo dice BBC
Londres, ve, pongamos cuidado”. Eso me parece un poco problemático, pero a
veces necesitamos que pasen esas cosas en medio del tráfico de la vida. A veces
en medio del corre-corre y de las anteojeras del deber necesitamos que nos
digan, que nos muestren.
Indudablemente el libro se recibió de otra manera. Dejando de
lado el éxito mediático ¿Será que algo diferente pasa con los adultos?
También siento que hay un tiempo para las cosas, y éste es otro
tiempo al del libro que salió por primera edición en el año 99. Voy a decir
algo que puede sonar un poco romántico, quizás, pero un amigo decía que el
mundo estaba vuelto nada, yo también lo creía, y uno tiende de pronto a ser
pesimista y mi amigo decía “yo soy optimista”, y es verdad, porque quizá allá
tengamos que llegar para cambiar percepciones de la realidad y tener un
sentimiento frente a las cosas, a la vida y adquirir –si no lo tenemos– un
sentimiento del milagro que es estar vivo.
Quizás a estas alturas algunos puedan escuchar esto, y está
dicho en las palabras de los niños… porque ellos todo el tiempo nos dicen
cosas. Cuando un niño dice que adulto es “una persona que en toda cosa que
hable primero ella”, eso lo tienes que escuchar para dejar de hablar del “yo,
yo, yo” todo el tiempo, para escuchar a los demás y para que eso nos quite la
ceguera y nos sane un poquitico también.
Hay novedad, o mejor, vigencia en esas definiciones dadas años
atrás por los niños. ¿Verdad?
Esto no es nuevo, el primer asombrado soy yo. Me parece tan raro
que hayan ecos en Paraguay, Uruguay, Argentina… y nos escriben y preguntan
¿dónde puedo conseguir el libro? Entre otras cosas, me sorprendo no solo porque
el libro no es nuevo, sino porque los niños nos están diciendo esto desde que
el mundo es mundo… entonces algo pasa, pero yo no sé explicarte qué es. Quizás,
como decía alguien, cada cosa tiene su tiempo.
¿En qué momento pensó que estas palabras dichas por los niños
había que llevarlas a algún lado?
Yo escribo poesía, no voy a arrogarme el hecho de que me haga
peor o mejor persona, le tengo distancia a quienes creen estar por encima del
mundo, porque entre más estés en el mundo, más cosas profundas y hondas debes
lograr captar; esa idea me ayudaba un poquito.
Yo no pensaba en rescatar el asunto sociológico, ético o
psicológico en la escritura con los niños, pues no tengo formación en eso. Me
interesaba la percepción poética, la capacidad de revelación y de expresión y
hasta la sintaxis tan reveladora que son capaces de lograr los niños,
justamente porque ignoran el lenguaje o todos esos entresijos de la lengua. Y
bueno, me encuentro con esa sintaxis tan increíble que logran, unos chispazos
que son maravillosos.
¿Y cómo logra materializarse esa “provocación” o invitación a escribir
en el trabajo con los niños?
Alguien decía que la poesía es cuando dos palabras se juntan por
primera vez, o dos circunstancias. Gianni Rodari hablaba del binomio fantástico
para explicar cómo si se proponen dos palabras como perro y armario y se les
dice a los chicos “relaciónenla”, el perro está en el armario sería una cosa
simple y poco diciente, pero si piensan en el armario que era perro… eso ya los
lleva a otro territorio.
Entonces, quizás, ese extrañamiento estaba, lo empecé a detectar
en ellos. ¿Cómo? no lo sé, pero cuando un niño dice algo así como que “un niño
es un amigo que es responsable de las tareas, no toma ron y se acuesta más
temprano” yo me dije: aquí hay algo, hay una lógica distinta, hay una manera
impecable de definir, una posibilidad de expresarse con una fuerza que me atrae
mucho y yo quiero seguir buscando esto. Y es así más o menos que se da, lo
seguí buscando sin que se convirtiera en tarea para ellos, a lo largo de años.
¿Cómo vive esos momentos, esos encuentros o hallazgos en medio
de una relación cercana con los niños y la escritura?
También operaba el extrañamiento en el sentido en que
intuitivamente (porque yo no sabía qué era eso de creación literaria pero era
profesor de algo más o menos nombrado así) empecé a leer un poco y me enteré a
qué podía llamarse de esa manera.
En el colegio hacíamos sobretodo lecturas, les leía cosas que me
gustaban a mí. Yo no tenía idea de este camino, pero fui construyendo esos
talleres con ellos, ahí mismo, sobre la marcha. Había un elemento de
extrañamiento que les proponía describir: qué era un extraterrestre para ellos,
por ejemplo. Lo encontré, no sé cómo, hacía un mal chiste diciéndoles “supongan
que yo soy un extraterrestre y mírenme, no les va a costar mucho trabajo
tampoco”, y les decía “yo escuché unas palabras, no tengo idea qué es eso, ayúdenme
a entender”. Así, ellos empezaban a escribir, se llevaban los cuadernos para la
casa, buscaban en el diccionario, los papas les decían qué colocar, preguntaban
que si estaba bien o mal… en fin, optamos por hacerlo en la clase, muy de vez
en vez, en medio de juegos de palabras.
Y todo tenía validez, me imagino. ¿Así se fue haciendo el libro?
Claro, cómo podés decir a una definición de un niño que así
entiende el mundo (sea como sea) que eso está mal; de ningún modo. Que un niño
diga que un poeta es una bolita, me parecía simpático; que es un perro, me
parece duro y fuerte; pero que un niño diga que un poeta es alguien que
ha descubierto algo en el mundo, ah… Todos esos contrastes están ahí en el
libro, yo no dejaba solo lo bonito, lo azucarado y lo meloso, que se supone que
es lo lindo de los niños. No, también dejé la dureza, la duda, el miedo
terrible que sienten a veces con la vida, con las cosas, con la negativa de los
adultos a escucharlos.
Entonces desde ahí están esas palabras escritas y se fue haciendo,
el libro se fue haciendo a lo largo del tiempo. Digamos que yo traté de ver
esas posibilidades poéticas y creativas de ellos y salieron muchas cosas
maravillosas, precisamente porque la mayoría de ellas no respondían a lo que
les habíamos enseñado que era el mundo. “El mundo es así” dice el profe y los
papas llenos de buenas intenciones, y conociendo los procesos académicos y la
empobrecida educación que nosotros replicamos como maestros (precisamente
llenos de buenas intenciones) contribuimos a decir todo el tiempo: el mundo es
éste. Pero el mundo es más maravilloso, y es encantador que esté lleno de
misterios todavía.
Artículo
publicado en junio de 2013 en Opinión a la Plaza.
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