Puede
ser un asunto de época el evidente desequilibrio emocional, es decir, el
resultado de lo que genera un tiempo que por tradición se dedica a compartir
con las personas queridas, pero que no necesariamente se cumple al pie de la costumbre.
Es, y también es válido, un tiempo para vivir, compartir, conocer y aburrirse.
Tiempo libre, al fin y al cabo.
Lo
que queda después de estos días, y no lo digo por mí ni por mis cercanos
solamente, sino por el montón de rostros que adivino a partir de la “intuición”…
lo que queda, lo que veo, es una multitud de tristes, desencantados, inútiles e
inmóviles, días en vano, depresión pos alcohol, billeteras débiles y espíritus frágiles
(al menos se cumple con alguno de estos síntomas). Algunos, valientes,
seguramente fijan sus esperanzas en el año que empieza, esperanzas que no serán
de gran ayuda cuando el “año nuevo” esté acabando.
Para
los tristes (o las tristes exactamente), para quienes quedan con el ánimo embolatado
después de estos días, es que escribo este artículo. Las demás, bien pueden
dejar de leer estas líneas, o leerlas y pensar que no es un asunto de ellas,
que no les compete, incluso que no es la realidad: sí, puede ser una estupidez
y en fin.
Confieso
mi lamento por robarme un espacio como este hablando de “banalidades”, pero no
quiero escribir sobre cualquier asunto actual menos pasajero; esto es lo que
sucede a mi alrededor por estos días y mal haría en hablar de otras cosas.
Además, aprovecho que me fue dada una total libertad para escribir, y que
mencionando a este personaje -Héctor Abad Faciolince-, puedo causar un dolor de
cabeza y herir la búsqueda e intelectualidad de un par de amigos que no lo
aprecian nada… Bueno, debo decirlo, yo lo aprecio bastante.
Y
para volver a esa situación debilitante, que puede o no ser producto de los
días que siguen a la fiesta y la algarabía, al mismo tiempo que intento unirlo
a la escritura de una casi mujer (Faciolince) desde la experiencia y el
conocimiento que tiene de nosotras, aunque a veces se equivoque, mencionaré que
recomiendo para las agotadas de espíritu el libro “Tratado de culinaria para
mujeres tristes”, (los hombres ya debieron haber huido de aquí algunos párrafos
antes).
Quizás
no sea la escritura que recomendaría a las mujeres que tienen la razón tan
“avanzada” que han dejado de lado el sentir –déjenme dudarlo-, pero celebro la
manera jocosa en que estas líneas nos acercan a la tragedia femenina de todos
los días, esta escritura nos infunde un ritual absurdo que no logra
apaciguarnos ante el dolor, la culpa, la espera, la infidelidad, los días de
ciclo lunar…
Simplemente,
y para mí es suficiente, es una burla respetuosa frente a la desdicha. Está
bien, no diré que es respetuosa, pero por lo menos acude a un humor negro que
disfruto porque me lleva a la risa, a una risa inteligentemente absurda (a mi
modo de ver).
Por
si alguien tiene dudas, debo aclarar que no es ese tipo de escritura que a
“muchos” salva o ayuda. Claro que no, de ser así, quizás lo hubiera descartado
con solo saber ese macabro propósito. Se trata de literatura, sin pretenderme
experta en el asunto, porque cumple los requisitos que le exijo a una obra
literaria y finalmente, a cualquier obra de arte: que tengan la capacidad de
involucrarme en lo que se narra, que me permitan identificarme con algún
personaje, alguna acción o algunas líneas bien logradas y que, sin solucionarme
la vida, me permita ahondar en lo que pasa y lleguen cuestionamientos vagamente
inducidos. A una obra literaria, a esta para no salirme del plano elegido, le
tengo respeto y aprecio por permitirme pasar las páginas al tiempo que pasaba
apartes de vida (recuerdos, instantes y deseos de futuro) de muchas mujeres en
diferentes momentos de sus vidas. El libro, como tal, tiene mi aprecio por
ponerme trabas desde un lenguaje juguetón y por hacerme sonreír con lo casi
ridículo de un “ritual” que se dicta a modo de receta culinaria (para que los
hombres “machos” se terminen de excluir de su lectura, de una buena vez).
Artículo publicado el 3 de enero de 2013 en el blog de Opinión a la Plaza: http://opinionalaplaza.blogspot.com/2013/01/despues-de-la-algarabia.html
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